EL ALMA NO ENVEJECE


EL ALMA NO ENVEJECE

Noventa y un años. Noventa y un inviernos, primaveras, veranos y otoños contemplando la danza de la vida. Noventa y un años aprendiendo, amando, sufriendo, creciendo. Noventa y un años que han tejido la trama de mi existencia, dejando huellas imborrables en mi alma. Y hoy, con la misma claridad con la que veo el sol asomarse por la ventana, con la misma lucidez con la que puedo aún leer y mantener una conversación plena, con la misma curiosidad con la que sigo aprendiendo de la vida, me doy cuenta del inmenso privilegio que es habitar este cuerpo, esta mente, esta alma que sigue vibrante a pesar del tiempo.

Porque eso es la vida, ¿no es así? Un aprendizaje constante, una aventura que nos sorprende a cada paso, un camino que se despliega ante nosotros con sus misterios y maravillas. Y yo, a mis 91 años, sigo recorriendo ese camino con la misma emoción del primer día.

Cada día me levanto con la certeza de que aún hay algo nuevo por descubrir, alguna lección por aprender, alguna experiencia por vivir. Y esa es la magia de la vida, que nunca deja de sorprendernos, que siempre tiene algo nuevo que ofrecernos.

A veces, mientras leo un libro o converso con mis seres queridos, me doy cuenta de que aún hay tantas cosas que desconozco, tantas preguntas sin respuesta, tantos mundos por explorar. Y esa sed de conocimiento, esa curiosidad insaciable, es lo que me mantiene viva, lo que me impulsa a seguir adelante.

He aprendido que la vida es un regalo precioso, un tesoro que hay que cuidar y apreciar. He aprendido que el amor es la fuerza más poderosa del universo, capaz de sanar heridas, de unir corazones y de dar sentido a nuestra existencia. He aprendido que la felicidad no está en las posesiones materiales ni en los logros externos, sino en la paz interior, en la gratitud y en la capacidad de amar y ser amado.

Y sigo aprendiendo. Aprendiendo de mis errores, de mis aciertos, de las personas que me rodean, de las experiencias que la vida me regala. Aprendiendo a ser más paciente, más tolerante, más compasiva. Aprendiendo a valorar las pequeñas cosas, a disfrutar del presente, a vivir con intensidad cada instante.

A lo largo de mi vida, he experimentado la alegría del nacimiento, el dolor de la pérdida, la emoción del amor, la frustración del fracaso. He aprendido que la vida es un constante aprendizaje, un camino de crecimiento y transformación. Y en cada paso, en cada experiencia, he encontrado la fuerza para seguir adelante, para levantarme después de cada caída, para abrazar la vida con todas mis fuerzas.

Hoy, a mis 91 años, me siento agradecida por cada experiencia vivida, por cada persona que ha cruzado mi camino, por cada lección aprendida. Miro hacia atrás con nostalgia, pero también con satisfacción. He vivido una vida plena, rodeada del amor de mi familia y mis amigos. He dejado mi huella en el mundo, y eso me llena de paz.

La vida, para mí, es un viaje maravilloso que continúa. Aunque el cuerpo ya no tenga la misma fuerza que antes, mi espíritu sigue intacto, lleno de curiosidad y ganas de seguir aprendiendo. Cada día es una nueva oportunidad para disfrutar de las pequeñas cosas, para compartir mi amor con los demás y para seguir creciendo como persona.

Sé que el final del camino se acerca, pero no le temo. He vivido una vida plena, y estoy lista para recibir lo que el destino me tenga preparado. Mientras tanto, seguiré disfrutando de cada amanecer, de cada sonrisa, de cada instante que la vida me regala.

Porque la vida es un regalo precioso, y cada día es una oportunidad para celebrarla. Y porque a mis 91 años, sigo aquí, con la mente lúcida y el corazón lleno de vida, agradecida por este privilegio, por esta bendición que es seguir sintiendo, pensando, amando, aprendiendo.

 

HISTORIA

Elvira, con sus noventa y un años, se sentía como un libro antiguo, con las páginas amarillentas y el lomo desgastado, pero lleno de historias fascinantes. Cada arruga en su rostro, cada cana en su cabello, cada cicatriz en sus manos contaba una historia, un capítulo de una vida larga e intensa.

A pesar de su edad, Elvira conservaba una mente lúcida y una curiosidad insaciable. Le encantaba leer, y su pequeña biblioteca era un tesoro que guardaba con celo. Novelas, poemas, libros de historia, biografías... Cada libro era una ventana a un mundo nuevo, una oportunidad de aprender y crecer.

Un día, mientras leía una novela de aventuras, su nieta Sofía la sorprendió con una pregunta:

—Abuela, ¿no te cansas de leer? ¿No prefieres ver la televisión o salir a pasear?

Elvira sonrió con ternura y le respondió:

— Sofía, mi amor, leer es como viajar sin moverse del sillón. Puedo explorar mundos fantásticos, conocer personajes increíbles y vivir mil vidas en una sola. ¿Cómo podría cansarme de eso?

Sofía, intrigada, se acurrucó junto a su abuela y le pidió que le leyera un fragmento de su libro. Elvira, con su voz suave y cálida, transportó a Sofía a un mundo de piratas, tesoros escondidos y mares embravecidos. Cuando terminó de leer, Sofía la miró con admiración y le dijo:

— Abuela, ¡eres increíble! Parecías una verdadera cuentacuentos.

Elvira rió con alegría y le respondió:

— Eso es porque la lectura me mantiene joven, Sofía. Me ayuda a mantener la mente activa, la imaginación despierta y el corazón lleno de sueños.

Y es que Elvira había descubierto el secreto de la eterna juventud: la curiosidad, el amor por el conocimiento y la pasión por la vida. A sus noventa y un años, seguía aprendiendo, creciendo y disfrutando de cada día como si fuera el último.

Un día, mientras paseaba por el parque, Elvira se encontró con un grupo de jóvenes que discutían animadamente sobre política. Elvira, con su experiencia y su sabiduría, no pudo evitar unirse a la conversación. Los jóvenes, al principio sorprendidos por la intervención de una anciana, pronto se vieron cautivados por sus ideas claras y sus argumentos persuasivos.

Al finalizar la charla, uno de los jóvenes se acercó a Elvira y le dijo:

— Señora, me ha impresionado su lucidez y su conocimiento. Es un verdadero placer conversar con alguien tan sabio y experimentado.

Elvira sonrió con gratitud y le respondió:

— La vida es un aprendizaje constante, joven. Cada día nos ofrece la oportunidad de descubrir algo nuevo, de ampliar nuestros horizontes y de crecer como personas. Y eso es lo que me mantiene joven: la curiosidad, el deseo de seguir aprendiendo.

Elvira, con su ejemplo, demostraba que la edad no es un obstáculo para seguir creciendo, para mantener la mente activa y para disfrutar de la vida con plenitud. Su espíritu joven y su amor por el conocimiento la convertían en un faro de luz para las nuevas generaciones, un testimonio de que la vida es un viaje maravilloso que no termina nunca.

 

   Tere Valero

(Intérprete de las Estrellas)

- ASESORA PROFESIONAL EN ASTROGENEALOGÍA

- ASESORA PROFESIONAL DE CONSTELACIONES SISTÉMICAS

- BIODECODIFICACIÓN ASTROLÓGICA.

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